Sinopsis La posesión de Emma Evans
Emma está harta. Harta de estudiar en casa en lugar de ir al instituto, harta de hacer de canguro de su hermano pequeño, harta de sus padres, harta de un ambiente familiar que ella siente excesivamente opresivo y autoritario. Los padres de Emma son sobreprotectores, agnósticos y excesivamente estrictos con la educación de sus hijos.
Emma Evans, una adolescente problemática e insatisfecha en plena búsqueda de su identidad, decide un día hacer algo para acabar con esta situación. Emma quiere una vida distinta, quiere ser libre… Para conseguirlo, Emma da rienda suelta a sus deseos más ocultos, sin sospechar que de esta forma desencadenará también oscuras y poderosas fuerzas que es incapaz de controlar, y que traerán el horror y la tragedia al hogar de los Evans.
Inexplicablemente Emma empieza a sufrir unos extraños ataques que sus padres atribuyen a problemas psicológicos, pero ella sabe que esos ataques tienen un origen muy distinto. Emma sabe que hay algo terrible en su interior que se está apoderando de ella.
Emma sólo quería ser libre...aunque hay cosas que es mejor no haber deseado nunca…
MEMORIA DEL DIRECTOR
Toda buena historia debe contener una reflexión sobre la naturaleza humana. En el caso concreto de los relatos adscritos al género fantástico, esta reflexión suele dar forma a los miedos e inquietudes que nos acosan como personas víctimas de un mundo que, sobre todo, percibimos como hostil. Unos temores nacidos de nuestras propias inseguridades y que encuentran terreno abonado en una existencia habitualmente teñida de miedo y frustración.
Monstruos, aliens, vampiros, hombres lobo, espectros, demonios, mad doctors y otras aberraciones físicas y/o morales no son otra cosa que proyecciones, más o menos imposibles, de estos miedos provocados por una realidad que se nos antoja resbaladiza y poco tranquilizadora. Horrores íntimos que son aún más acusados en una edad como la adolescencia, caracterizada por las fuertes dudas existenciales y la enfermiza hipersensibilidad ante todo aquello que pueda suponer una amenaza para una identidad no asentada definitivamente, aún frágil y en pleno proceso de construcción.
En La Posesión de Emma Evans el elemento fantástico que irrumpe en la economía racional de un universo cotidiano, distorsionándolo todo, es la posesión demoníaca. A partir de este acontecimiento irracional, la historia desarrolla una serie de temas universales que enlazan con algunos de los mitos culturales y humanos más clásicos: el de Fausto (el miedo atávico a la enfermedad, la locura, la dicotomía entre la fe y la razón) y el de Edipo y Electra (el enfrentamiento generacional entre padres e hijos). Ambos aportan solidez dramática a la historia, así como un enfoque original al tema de la posesión infernal, ya clásico dentro del género de terror.
Emma, una joven descontenta con su situación vital, representada por unos padres rigurosos e intervencionistas, se rebela contra su entorno más cercano para encontrar su sitio en el mundo. Un sitio libre de ataduras y servidumbres no deseadas que, de momento, es incapaz de asumir. Una búsqueda natural en una adolescente que, en este caso, encontrará un aliado poco recomendable: el Diablo.
La aparición de este ente maligno enfrenta a Emma con su propia condición y con sus decisiones más íntimas, situándola ante su particular y trascendental dilema moral. Su deseo de emancipación, de conseguir la libertad a cualquier precio, se verá confrontado con el terrible dolor que le produce el sufrimiento de sus seres queridos, atroz peaje que se ve obligada a pagar para alcanzar sus anhelos. Su egoísmo tendrá dramáticas consecuencias para ella y su familia, lo que hará que Emma, en el tránsito que le conduce de la rebeldía a la madurez, tenga que asumir su error y descubrir, quizá demasiado tarde, que el amor familiar es insustituible.
Emma Evans, una adolescente problemática e insatisfecha en plena búsqueda de su identidad, decide un día hacer algo para acabar con esta situación. Emma quiere una vida distinta, quiere ser libre… Para conseguirlo, Emma da rienda suelta a sus deseos más ocultos, sin sospechar que de esta forma desencadenará también oscuras y poderosas fuerzas que es incapaz de controlar, y que traerán el horror y la tragedia al hogar de los Evans.
Inexplicablemente Emma empieza a sufrir unos extraños ataques que sus padres atribuyen a problemas psicológicos, pero ella sabe que esos ataques tienen un origen muy distinto. Emma sabe que hay algo terrible en su interior que se está apoderando de ella.
Emma sólo quería ser libre...aunque hay cosas que es mejor no haber deseado nunca…
MEMORIA DEL DIRECTOR
Toda buena historia debe contener una reflexión sobre la naturaleza humana. En el caso concreto de los relatos adscritos al género fantástico, esta reflexión suele dar forma a los miedos e inquietudes que nos acosan como personas víctimas de un mundo que, sobre todo, percibimos como hostil. Unos temores nacidos de nuestras propias inseguridades y que encuentran terreno abonado en una existencia habitualmente teñida de miedo y frustración.
Monstruos, aliens, vampiros, hombres lobo, espectros, demonios, mad doctors y otras aberraciones físicas y/o morales no son otra cosa que proyecciones, más o menos imposibles, de estos miedos provocados por una realidad que se nos antoja resbaladiza y poco tranquilizadora. Horrores íntimos que son aún más acusados en una edad como la adolescencia, caracterizada por las fuertes dudas existenciales y la enfermiza hipersensibilidad ante todo aquello que pueda suponer una amenaza para una identidad no asentada definitivamente, aún frágil y en pleno proceso de construcción.
En La Posesión de Emma Evans el elemento fantástico que irrumpe en la economía racional de un universo cotidiano, distorsionándolo todo, es la posesión demoníaca. A partir de este acontecimiento irracional, la historia desarrolla una serie de temas universales que enlazan con algunos de los mitos culturales y humanos más clásicos: el de Fausto (el miedo atávico a la enfermedad, la locura, la dicotomía entre la fe y la razón) y el de Edipo y Electra (el enfrentamiento generacional entre padres e hijos). Ambos aportan solidez dramática a la historia, así como un enfoque original al tema de la posesión infernal, ya clásico dentro del género de terror.
Emma, una joven descontenta con su situación vital, representada por unos padres rigurosos e intervencionistas, se rebela contra su entorno más cercano para encontrar su sitio en el mundo. Un sitio libre de ataduras y servidumbres no deseadas que, de momento, es incapaz de asumir. Una búsqueda natural en una adolescente que, en este caso, encontrará un aliado poco recomendable: el Diablo.
La aparición de este ente maligno enfrenta a Emma con su propia condición y con sus decisiones más íntimas, situándola ante su particular y trascendental dilema moral. Su deseo de emancipación, de conseguir la libertad a cualquier precio, se verá confrontado con el terrible dolor que le produce el sufrimiento de sus seres queridos, atroz peaje que se ve obligada a pagar para alcanzar sus anhelos. Su egoísmo tendrá dramáticas consecuencias para ella y su familia, lo que hará que Emma, en el tránsito que le conduce de la rebeldía a la madurez, tenga que asumir su error y descubrir, quizá demasiado tarde, que el amor familiar es insustituible.
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