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Rojo oscuro

En primer lugar quiero señalar que mis facultades no tienen nada que ver con la magia, el esoterismo o la adivinación del futuro —declara la médium—. Puedo ver cosas en el mismo momento en que ocurren, pero nada de lo que ha de venir. Puedo sentir pensamientos en el mismo instante en que se forman e incluso mucho después si los pensamientos son muy intensos, ya que permanecen en la habitación como telarañas… Siento… una presencia… en esta habitación… una mente retorcida que me envía pensamientos… de muerte…
Considerada una de las mejores obras de Argento junto a El pájaro de las plumas de cristal (1970),Tenebre (1982) y Suspiria (1985); Rojo oscuro pertenece al género italiano del giallo, que el maestro italiano supo manejar a la perfección.
El giallo, que en su sentido original hacía referencia a la novela policíaca italiana —denominado así por la editorial Mondadori que en la década de los 30 publicó una gran colección de estas novelas con las portadas amarillas—, al unirse rápidamente al cine de Serie B italiano de los sesenta-setenta, de corte gore, se empieza a asociar con el terror, aunque realmente el giallo intenta aunar la novela negra con el misterio y el suspense.
Argento nos presenta en esta cinta uno de los grandes tópicos del giallo: el asesino enigmático, del que sólo vemos los guantes de cuero negro y la gabardina marrón —topicazo, ¿verdad?—. La excusa para armar este peculiar giallo nace de un congreso de parapsicología donde una célebre médium asegura que es capaz de percibir los pensamientos de la gente, descubriendo al asesino que está entre el público. Desde esas primeras escenas —recurrentes a lo largo del film—, el director nos muestra la visión del asesino desde cámara subjetiva, haciendo un bonito homenaje a grandes joyas del cine negro de los cuarenta, como La dama del lago (1947), filmada íntegramente con esta técnica.
Solamente con la escena inicial, el origen del asesino, un juego de sombras que representa un apuñalamiento y el cuchillo ensangrentado a los pies de un niño, ya sabemos por donde van a ir los tiros.
Y es que el tema de la infancia perturbada, muy a lo Freud, es el hilo conductor de la película. Todo un catálogo de muñecos empapados en sangre, ahorcados, dibujos infantiles macabros, etc. es lo que mantiene en pie parte del misterio. Sin olvidar la siniestra musiquita infantil («School at night») que tanto se queda grabada en la memoria y que se escucha cuando el asesino va a matar.
Dentro del elenco de la película el único que a mi parecer destaca es David Hemmings, que ya había trabajado con directores italianos mostrando lo mejor de sí mismo, como en la olvidada Blow-up(1966) de Antonioni. Hemmings es aquí un pianista de renombre que está de paso por Roma, donde Argento desarrolla la acción. El pianista, que suponemos tenía vocación de detective, asume la tarea de descubrir al asesino junto con Gianna, una periodista que conoce en la primera escena del crimen. Por lo general, los personajes no se muestran bien definidos, no llegan a convencer realmente y apenas evolucionan a lo largo del film, algo que suele darse bastante en las películas que pertenecen al giallo. Aun así, el triángulo principal de personajes, Marcus (D. Hemmings), Gianna (Daria Nicolodi) y el asesino sin identidad, conforman un nudo sólido que estructura a la perfección todo el thriller de Dario Argento.
El director italiano, en su manejo de la cámara, nos muestra planos para enmarcar, y es que no sé si lo hace como referencia directa al cuadro de Hopper «Halcones de la noche», pero desde luego es un plano idéntico bajo el letrero de Blue Bar en la primera escena en que sale David Hemmings. Destaca de la película el uso de planos más simbólicos que esclarecedores, que en parte también puede llegar a considerarse una marca del maestro italiano. Es el caso de una secuencia donde se van mostrando diferentes juguetes infantiles (muñecos, canicas, cunas), incluyendo en la serie objetos macabros(muñeco de lana ensartado con alfileres al estilo vudú), lo que representa la mente del asesino.
Ante todo hay que tener en cuenta que la película se inserta en el gusto de la época por la Serie B, de forma que más que Rojo oscuro, debería titularse algo así como Rojo tomate y muertes de kétchup. Los asesinatos son uno de los alicientes de este giallo, y es que, sin llegar a ser absurdos, son brutales y bastante sangrientos, casi rozando la risa del splastick, el gore cómico. Eso me lleva a otro punto de la cinta: la extraña mezcla que ofrece el guión con algunas dosis de humor. Un humor sutil y a veces muy negro, como el personaje del inspector de policía (Eros Pagni), que la verdad deja bastante indiferente por su inutilidad, aunque su aparición —escasísima— parece estar hecha adrede para contagiar alguna tímida sonrisa. Otros personajes también funcionan en este sentido, como la madre de Carlo al inicio o algunas escenas como la del coche de la periodista.
Pero si algo de verdad es admirable de Rojo oscuro es sin duda la maravillosa banda sonora. Mezcla del grupo compositor Goblin (asiduo en las películas de Argento y presente en algunas de George A. Romero) y G. Gaslini (compositor de «School at night», la música infantil que citaba antes). Destaca la pieza principal, con el mismo título que la película, que sin duda da carácter propio a la trama y se hace reconocible sólo con esta música. Los pelos como escarpias, oiga, cuando suena el órgano: un ambiente sonoro que sabe cubrir las expectativas de la película, sin duda.
Un giallo clásico que merece la pena y no debe pasar desapercibido, un slasher italiano algo primitivo, con unos asesinatos de traca, violentos y, en algunos casos, bastante originales —sin spoilear, prestad atención en una de las últimas muertes, después de la escena del colegio—; todo ello unido a los traumas infantiles con dosis de muñecos con pinta de no haber gustado a un crío en la vida y nuestra amiga la sangre por todas partes. Un gore de Serie B en su justa medida, bastante light y que en algunos puntos te hace sonreír ante lo ingenuo de la época. El terror toma muchas formas y, qué demonios, el giallo es una bonita forma que ya no se estila. Una de las obras que dieron renombre al maestro Argento recomendable para una tarde de horror revival, todo un clásico de los setenta italianos.

IMÁGENES DE LA PELÍCULA



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