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Landru

Año: 1963.
Duración: 115 minutos.
País: Francia.
Director: Claude Chabrol.
Guión: Françoise Sagan.
Música: Pierre Jansen.
Fotografía: Jean Rabier.
Actores: Michèle Morgan, Danielle Darrieux, Hildegard Knef, Juliette Mayniel, Stéphane Audran, Catherine Rouvel, Françoise Lugagne.
Film francés que vale la pena ver, basado en la historia real de Henri Désiré Landru. Amable padre de familia, educado, inteligente, elegante y refinado, este caballero lleva una doble vida, embaucando a mujeres viudas a través de anuncios en la sección la sección de contactos de los periódicos, a las que seduce, engaña y posteriormente asesina para poder quedarse con su dinero y sus pertenencias.
Una película que no es sólo un retrato de este desalmado personaje, sino también un retrato del París de principios del siglo XX.

Nombre real: Henri Désiré Landru. 
Apodo: El Barba Azul de Gambais. Raymond Diard. Dupont. 
País o región: Francia. 
Fecha de nacimiento: 12 de abril de 1869. 
Fecha de su captura: 11 de abril de 1919. 
Fecha de defunción: 25 de febrero de 1922. 
Causa de su muerte: Pena capital. Murió guillotinado. 
Fechas de sus asesinatos: En algún momento indeterminado de enero de 1915 – En algún momento indeterminado enero de 1919. 
Número total de víctimas: 11 víctimas probadas, aunque la policía calculó que pudo haber matado entre 117 y 300 mujeres. 
Palabras clave: Asesinato. Descuartizamiento de cadáveres. Intereses económicos. Intereses económicos. Robo. 
Hijo de una modesta familia parisina, recta y religiosa, Henri Désiré Landru era inteligente, educado y refinado, pero poseía un desmedido deseo por gozar de un buen nivel de vida. Casado y padre de familia, Landru empezó a ganarse la vida honradamente hasta que, entre 1902 y 1914, cometió algunos pequeños delitos de estafa, lo que le valdría tres penas sucesivas de cárcel.
Precisamente una de esas estafas, en la que se presentó como pretendiente de una desconsolada viuda que ofrecía su patrimonio a cambio de un varón que le hiciese compañía, cuando Landru empezaría a encauzar su carrera criminal como consolador de viudas, con la variable de plantearse el asesinato para que éstas no pudieran acusarlo más. La Primera Guerra Mundial le proporcionaría a Landru la oportunidad perfecta, ya que, con las bajas que a diario se producían en el frente de batalla, aumentaba constantemente el número de viudas que colocaban en los periódicos anuncios matrimoniales. 
Landru comprendió que un hombre como él, educado, atractivo y joven aún, resultaba un excelente pretendiente que podía aprovecharse de esta situación publicando anuncios en la prensa. Así, centenares de mujeres respondieron a sus anuncios, y Landru sólo tenía que descartar a todas aquellas con pocas posibilidades, enviando una respuesta al resto para recoger más información y asegurarse de su rentabilidad, seleccionando de este modo a sus víctimas, a las que iría eliminando a medida que obtuviese sus riquezas o sospechasen de él. Sus dos primeras víctimas fueron una viuda y su hijo, de 39 y 17 años respectivamente, que serían asesinados en un pequeño apartamento alquilado a las afueras de París, a las que seguirían muchas otras. 
Finalmente, Landru alquiló una casa en la localidad de Gambais, a unos 50 kilómetros de la capital francesa, y allí prosiguió sus crímenes con mayor impunidad, invitando a viudas a las que prometía matrimonio, asegurándose de este modo de disponer de su dinero para “futuras inversiones” de la pareja, tras lo cual las asesinaba y las quemaba en el horno de la casa. 
Mientras todo eso pasaba, llevaba una vida normal, visitando a su esposa y sus hijos con frecuencia, y haciéndole regalos carísimos. Pero, una vez acabada la guerra, los parientes empezaron a buscar a sus desaparecidos; fue entonces cuando el cerco del asesino empezó a estrecharse inexorablemente, hasta que la casualidad quiso que la policía diera con una pista que los conduciría a él. 
Una vez en la gendarmería, se pudo conocer la auténtica identidad del asesino gracias a una agenda, en la que también se pudo encontrar once nombres, cuatro de los cuales coincidían con desapariciones ya constatadas y, también, con una meticulosidad asombrosa de ahorrador compulsivo, los precios de los boletos de ferrocarril de París a Gambais. 
En la casa que allí había alquilado se pudieron encontrar 295 huesos humanos semicarbonizados, un kilo y medio de cenizas y 47 piezas dentales de oro que Landru guardaba en un cajón. Poco después, se pudo confirmar que el asesino había vendido ropas, muebles y enseres de sus víctimas. El juicio de Landru fue uno de los más sonados del París de entreguerras. Aunque Landru reconoció haber engañado a sus víctimas, jamás confesó la autoría de los asesinatos. 
Al final, el 30 de noviembre de 1921, sólo fue condenado por once asesinatos probados, aunque la policía calculó que el número total de víctimas del Barba Azul de Gambais podía ascender entre 117 y 300 mujeres. Finalmente, el año 1922, Landru murió decapitado bajo el filo de la guillotina.
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