Esos aficionados al cine de terror
Quiero dejar claro antes que nada que no pretendo ofender a nadie, esto es tan sólo mi humilde opinión que, eso sí, es bien crítica, lo que no debe confundirse con un ataque hacia nadie. Esta vez no voy a hablar sobre cine, sino que daré mis impresiones sobre el público del cine, concretamente sobre el aficionado al género de terror, sin que yo pretenda erigirme como lo que debe ser un buen aficionado a este género, insisto en que mi opinión es desde luego rebatible pero lo que está claro es que mi opinión para eso es mía y me parece interesante reflexionar sobre este asunto.
El cine de terror es un cine tan apreciable como cualquiera, aunque sea denostado por las mentes más ortodoxas y puritanas, sin embargo sufre como ningún otro una gran banalización. Con el tiempo, el cine dejó de estar considerado únicamente un entretenimiento y se consolidó como el gran medio artístico que es, pero es como si el cine de terror no hubiera madurado y llegado a esto, quedándose en una especie de adolescencia eterna. Está claro que, en general, el cine fantástico es más fácil que esté dominado por la industria, sea por los medios que se necesitan o porque es uno de los géneros más idóneos para hacer cine evasivo y con ello de puro entretenimiento. La industria y no los autores ha sido la que ha determinado la visión del público del cine de terror.
¿Qué quiere decir esto? Que el cine de terror funciona, masivamente, por pura mercadotecnia. Me dirán algunos que incluso el drama intimista, hasta el drama social, necesita de industria y mercado y por tanto de cálculos de ingresos y beneficios y demás, ciertamente así son las cosas pero la diferencia es que ciertos tipos de cine tienen un público detrás que respalda las obras según sus intenciones artísticas, su riesgo creativo, etc., por lo que estos tipos de cine gozan de mayor libertad. El cine de terror, por el contrario, queda reducido a mero cine de entretenimiento, a explotaciones de una idea mientras dé beneficios, el resultado de esto es una abultada cantidad de films que sencillamente ni aportan nada ni son estimulantes.
Sin embargo, las grandes referencias del cine de terror sí son propuestas innovadoras y con talento, ahí están El gabinete del doctor Caligari (1920), King Kong (1933), La mujer pantera (1942), La mujer y el monstruo (1954), Psicosis (1960), El exorcista (1973) y un largo etcétera. Puede decirse a favor del aficionado al cine de terror que, al menos, suele valorar con justicia estas obras, pues son la semilla de la que se desparraman todas las explotaciones que la industria realiza, es decir, de las modas. Pero mientras que las grandes referencias del terror fueron apuestas algo arriesgadas y de gran valor cinematográfico, muchas películas derivativas de éstas son vacuas y superficiales, no importa ni la forma ni el fondo, ni lo artístico ni el mensaje. Ya films ‘viejos’ como El doctor Frankenstein (1931), King Kong (1933) y La mujer pantera (1942) encerraban una reflexión, y cuando el cine en general tomó mayor “seriedad”, también fue así en la mejor parte del cine de terror. Por poner algunos ejemplos, la serie Dimensión desconocida de Rod Serling tenía una moraleja en cada cuento y, desde luego, la obra de realizadores como George Romero, Larry Cohen, David Cronenberg… que son algunos de los directores más importantes del terror moderno, está llena de constantes reflexiones.
La banalidad, por tanto, viene de quienes explotan los hallazgos de George Romero para hacer patochadas. Por eso nos encontramos una película de zombies tan interesante como es La noche de los muertos vivientes (1968) y, enfrente, 10 películas chorras de zombies. Visto así, el cine de terror parece una chorrada, si valoramos únicamente las cifras. Pero, ¿qué es lo que ocurre?, que al aficionado medio al cine de terror le importa un pimiento la tensión desarrollada en La noche de los muertos vivientes (1968), ese clima de pesadumbre y la sensación desoladora que produce el film. Qué va, lo que quiere es ver zombies, y que muerdan y haya tripillas. Se queda en la superficie y no escarba, la esencia del film le importa un pepino.
No es casualidad, por tanto, que los años 80 sean tan apreciados por el aficionado al cine de terror. Ojo, que yo adoro el terror de los 80, pero reconozco que también hubo una degeneración que fue a más y que, literalmente, terminó cargándose el cine de terror. Los 80, realmente, comparten la esencia de los años 50, década en la que la industria también tenía un gran control sobre el cine de terror, a la vez que reinaba la serie b "desenfadada", baste decir que fue la década de Roger Corman. No es que pretenda descalificar el cine de terror que busque puro entretenimiento, pero lo que encuentro una aberración es que cualquier intento de hacer terror ‘serio’ sea ignorado por muchos aficionados, que prefieren lo mismo de siempre, y que por eso tengamos tanta paja en el cine de terror.
Voy a ser más específico; el aficionado medio al cine de terror no es que huya de la originalidad, pero está claro que tampoco quiere algo que diste mucho de lo considerado convencional. Enseguida diría que es “una paranoia”, “una película rara”, “pretenciosa”, etc. Por no hablar de si es un film pausado, esto puede llegar a hacer que se le recaliente el cerebro. Tristes tiempos en que el público, y hablo del público en general, sólo aguanta películas a ritmo de videoclip, que las historias que se toman su tiempo son despreciadas, y enseguida son calificadas de “aburridas”.
Sin duda, un signo de los tiempos que vivimos. Evidentemente, para cada cosa hay momentos y momentos, no siempre nos puede apetecer ver un film de Yasujiro Ozu, pero muchos sencillamente huyen de este cine. Esta inmediatez es la que prima en el cine de terror, por desgracia, donde todo se le tiene que dar masticado y casi digerido al espectador. Como dije antes, además el público del cine de terror funciona mucho por la mercadotecnia. Ver tiendas de comics y otras cosas del cine fantástico es un buen ejemplo.
Veremos al muñequito de Freddy Krueger, o ahora a Jigsaw, lo que en sí no tiene nada malo, pero el problema es cuando el aficionado al cine de terror funciona más por iconos que por buenas películas. Pondré un ejemplo; Saw (2004) fue una buena película y su éxito le permitió convertirse en una saga, la cual es muy seguida por los aficionados al cine de terror, lo que ocurre es que ni Saw 2 (2005) ni las posteriores son grandes películas, ni tan siquiera son notables películas, más bien son dignamente correctas e incluso, dentro de lo moderado, buenas. Que el público vea las Saw sólo porque tienen este nombre, porque son una franquicia, mientras ignora films mucho mejores, me parece preocupante. James Wan, director de Saw (2004), sin embargo no tiene tanto seguimiento como tienen las secuelas de su film. Aunque Saw (2004) no haya sido su único acierto y siga haciendo buenos films, a la gente lo que le interesa es la marca Saw.
No critico el éxito de la saga Saw, de lo que me alegro y que me parece muy simpaticota, critico las preferencias del aficionado al cine de terror. El aficionado a otros tipos de cine, el cinéfilo, se preocupa en investigar y encontrar más películas, en encontrar películas de Holanda, Suecia, Grecia… además de las de los países más obvios como Inglaterra o Alemania. Por el contrario, muchos aficionados al cine de terror se conforman con las películas más conocidas, incluso no dudan en restringirse abiertamente al cine de EEUU, de tal manera que se creen que incluso películas de otros países como las inglesas Alien (1979) y Hellraiser (1987) son de EEUU, y por supuesto el terror español es una mierda, cine de EEUU bueno, cine español malo, cine del resto del mundo… no sabe no contesta.
Sí que hay que reconocer que si bien ésta es la postura de muchos aficionados al cine de terror, sí que los hay más abiertos que gustan de las “rarezas”, de los que antes rebuscaban entre los VHS de los videoclubs. Por desgracia, quizá hoy día hay menos variedad en los videoclubs.
Retomando lo de la mercadotecnia y el marchandising, creo que esto ha hecho mucho daño al cine de terror. ¿Qué Halloween (1978) se convierte en un inesperado éxito?, pues la explotamos y convertimos a su serial killer en un icono, aunque llegue a lo ridículo, porque Myers debería cobrar el paro entre película y película ¡anda que no trabaja! La obra original de Halloween (1978) queda, por tanto, desvirtuada. Un tío que va matando adolescentes. Algunos se conforman con eso. Eso sí, que sea Myers (recuerdo lo de la marca o la franquicia) que mola más, porque si se hace algo distinto como en Halloween III (1983) (la mejor secuela de la saga) el público le da la espalda. Aclaro: no estoy criticando el slasher, género que me encanta pero que también, aunque no me guste decirlo, ha contribuido a hacer decaer el cine de terror.
Algunos más que aficionados al cine de terror parecen aficionados al slasher, quieren un asesino icónico. O trasladándolo a otro subgénero, un tipo de monstruo, pero que haya algo fácilmente reconocible y que, por supuesto, pueda explotarse film a film. En realidad lo que antes eran los Drácula, hombres lobo, monstruo de Frankenstein, momias, etc., son ahora los Jason Voorhees, Michael Myers, Freddy Krueger o el más reciente Jigsaw. Esto hace que el cine de terror sea, posiblemente, el género del cine que más sagas y secuelas tiene, ¿por qué? Porque el nombre, la marca, la franquicia, es un reclamo para el aficionado. Algo casi impensable para otros sectores de público de otros tipos de cine, que ya tiene que ser un El padrino 2 (1974) para que lo vean con buenos ojos. Así estamos también con los remakes, por cierto.
Es tan vacío el concepto de cine que tienen algunos aficionados al cine de terror que les parecen bien los remakes “para que lo vean las nuevas generaciones”, porque total, si, para ellos, La matanza de Texas (1974) es un tío despedazando jóvenes con una sierra eléctrica, el remake será lo mismo pero “modernizado”. Por otra parte, cierto es que muchos aficionados al cine de terror detestan la moda actual de los remakes, pero está claro que si esta moda se da sobre todo con el terror es por el público, no por amor al arte. De hecho, los parámetros que tienen algunos aficionados al cine de terror para ponderar la calidad de un film son tan ‘serios’ como afirmar que una película es cutre por sus malos efectos especiales. Qué importa la dirección, o la fotografía. Lo que importa más es como luzca, que parezca moderna.
También lo limitan muchas veces a “que dé miedo”, y está claro que en el género de terror esto es importante como lo es que una comedia tenga buen humor o que una de acción sea dinámica, pero que para ellos el valor del cine de terror sea únicamente éste es ser muy reduccionista, más aún cuando es posible que una comedia divierta al espectador o que una película de acción entretenga al público pero causar miedo en la comodidad de una casa o del cine es enormemente más difícil. También los hay que si una película no tiene buenas cantidades de sangre, pasa a no interesarles. Tan absurdo es calificar una película de mala por no tener sangre si no la necesita como por tenerla. Por cierto que es absurdo el típico comentario del espectador ajeno al terror que dice que no le gusta el género porque “son todo películas sangrientas”, curiosa afirmación cuando el gore nace en los 60 y no se “institucionaliza” hasta los 80, así que desde luego en casi 100 años de cine de terror hay mucho más que “películas de sangre”. Por otra parte están los que aparte de terror y alguna cosa más como superproducciones de género fantástico como las Star Wars o Piratas del Caribe (2003) no ven más cine, y hasta desprecian el cine que tiene más aspiración que la de entretener, considerando con pretensiones intelectuales (como si, por otra parte, esto fuera algo negativo) lo que se escapa de su reducto cultural.
Vámonos ahora al otro extremo, el del espectador de terror más “exquisito”, aquel más cinéfilo al que una saga no le sirve como reclamo ni quiere necesariamente ver lo mismo de siempre pero que peca de cierto elitismo, y es que, por ejemplo, una comedia de terror puede ser un buen film, pero éstos son muy “selectivos” con el cine de terror y las rechazan.
Llegados a este punto alguno puede pensar que me estoy contradiciendo respecto a lo que he dicho antes, pero lo explicaré. Muchos de este tipo de aficionados al cine de terror se limitan al terror psicológico. De la misma manera que los hay que se limitan al gore, el slasher… entre los mencionados antes, entre los ahora comentados hay muchos que se limitan al terror psicológico, es decir, a películas como La mujer pantera (1942), Las diabólicas (1955), Psicosis (1960), The haunting (1963), El exorcista (1973), etc., que, ciertamente, son la creme de la creme del cine de terror, a diferencia del tipo de aficionado comentado antes que sobrevalora ciertos films, pasó en su tiempo con la buena pero no tanto Viernes 13 (1980) y pasa en los últimos tiempos con películas como Scream (1996), Jeepers Creepers (2001), Saw (2004), Hostel (2006), etc., no pretendo restarle valor a algunas de estas películas, pero lo que está claro es que no se sitúan en la cúspide del cine de terror. Volviendo con el aficionado “exquisito”, precisamente por la gran cantidad de morralla que hay en el cine de terror, muchas veces no se declaran aficionados a éste.
Suelen ser aficionados al thriller y que, por tanto, sus acercamientos al género de terror son en thrillers de terror, en películas de terror psicológico. El problema, creo yo, es que descalifiquen por sistema el terror más explícito, el más físico y violento, suelen ser los que dicen que en el terror se mete sangre y sexo o para atraer al público o por carencias artísticas, despreciando la gran aportación que el terror-gore ha realizado al género y de la que sobra dar ejemplos. Esto entre otros prejuicios con los que cuentan. De ahí que peyorativamente los haya calificado de “exquisitos”.
Creo por tanto que lo idóneo no es que sea un punto intermedio entre estos dos tipos de aficionados, lo idóneo sería una postura abierta, ni tan infantil como la del aficionado que sólo espera películas de terror con muertes ni tan limitada como la del que sólo le gusta el terror psicológico despreciando el resto de estupendas películas de terror. Sin embargo, suelo ver sobre todo estas dos posturas, por eso me ha dado por escribir todo esto que, vuelvo a reiterar, no pretende ofender a nadie, lamento si lo he hecho pero me gusta decir lo que pienso sin paliativos. La verdad es que, por todo esto, incluso compartiendo una pasión como es el cine de terror con otros aficionados no conecto tanto con muchos.
Pero, en definitiva, creo que una maduración del público del cine de terror sería muy positiva para el panorama del género, que fueran más importantes los autores que las marcas comerciales, que no se limite todo a películas sin personalidad que buscan la mera explotación de una moda. Demostrar que el cine de terror está a la altura del buen cine.
- Paco Antequera
El cine de terror es un cine tan apreciable como cualquiera, aunque sea denostado por las mentes más ortodoxas y puritanas, sin embargo sufre como ningún otro una gran banalización. Con el tiempo, el cine dejó de estar considerado únicamente un entretenimiento y se consolidó como el gran medio artístico que es, pero es como si el cine de terror no hubiera madurado y llegado a esto, quedándose en una especie de adolescencia eterna. Está claro que, en general, el cine fantástico es más fácil que esté dominado por la industria, sea por los medios que se necesitan o porque es uno de los géneros más idóneos para hacer cine evasivo y con ello de puro entretenimiento. La industria y no los autores ha sido la que ha determinado la visión del público del cine de terror.
¿Qué quiere decir esto? Que el cine de terror funciona, masivamente, por pura mercadotecnia. Me dirán algunos que incluso el drama intimista, hasta el drama social, necesita de industria y mercado y por tanto de cálculos de ingresos y beneficios y demás, ciertamente así son las cosas pero la diferencia es que ciertos tipos de cine tienen un público detrás que respalda las obras según sus intenciones artísticas, su riesgo creativo, etc., por lo que estos tipos de cine gozan de mayor libertad. El cine de terror, por el contrario, queda reducido a mero cine de entretenimiento, a explotaciones de una idea mientras dé beneficios, el resultado de esto es una abultada cantidad de films que sencillamente ni aportan nada ni son estimulantes.
Sin embargo, las grandes referencias del cine de terror sí son propuestas innovadoras y con talento, ahí están El gabinete del doctor Caligari (1920), King Kong (1933), La mujer pantera (1942), La mujer y el monstruo (1954), Psicosis (1960), El exorcista (1973) y un largo etcétera. Puede decirse a favor del aficionado al cine de terror que, al menos, suele valorar con justicia estas obras, pues son la semilla de la que se desparraman todas las explotaciones que la industria realiza, es decir, de las modas. Pero mientras que las grandes referencias del terror fueron apuestas algo arriesgadas y de gran valor cinematográfico, muchas películas derivativas de éstas son vacuas y superficiales, no importa ni la forma ni el fondo, ni lo artístico ni el mensaje. Ya films ‘viejos’ como El doctor Frankenstein (1931), King Kong (1933) y La mujer pantera (1942) encerraban una reflexión, y cuando el cine en general tomó mayor “seriedad”, también fue así en la mejor parte del cine de terror. Por poner algunos ejemplos, la serie Dimensión desconocida de Rod Serling tenía una moraleja en cada cuento y, desde luego, la obra de realizadores como George Romero, Larry Cohen, David Cronenberg… que son algunos de los directores más importantes del terror moderno, está llena de constantes reflexiones.
La banalidad, por tanto, viene de quienes explotan los hallazgos de George Romero para hacer patochadas. Por eso nos encontramos una película de zombies tan interesante como es La noche de los muertos vivientes (1968) y, enfrente, 10 películas chorras de zombies. Visto así, el cine de terror parece una chorrada, si valoramos únicamente las cifras. Pero, ¿qué es lo que ocurre?, que al aficionado medio al cine de terror le importa un pimiento la tensión desarrollada en La noche de los muertos vivientes (1968), ese clima de pesadumbre y la sensación desoladora que produce el film. Qué va, lo que quiere es ver zombies, y que muerdan y haya tripillas. Se queda en la superficie y no escarba, la esencia del film le importa un pepino.
No es casualidad, por tanto, que los años 80 sean tan apreciados por el aficionado al cine de terror. Ojo, que yo adoro el terror de los 80, pero reconozco que también hubo una degeneración que fue a más y que, literalmente, terminó cargándose el cine de terror. Los 80, realmente, comparten la esencia de los años 50, década en la que la industria también tenía un gran control sobre el cine de terror, a la vez que reinaba la serie b "desenfadada", baste decir que fue la década de Roger Corman. No es que pretenda descalificar el cine de terror que busque puro entretenimiento, pero lo que encuentro una aberración es que cualquier intento de hacer terror ‘serio’ sea ignorado por muchos aficionados, que prefieren lo mismo de siempre, y que por eso tengamos tanta paja en el cine de terror.
Voy a ser más específico; el aficionado medio al cine de terror no es que huya de la originalidad, pero está claro que tampoco quiere algo que diste mucho de lo considerado convencional. Enseguida diría que es “una paranoia”, “una película rara”, “pretenciosa”, etc. Por no hablar de si es un film pausado, esto puede llegar a hacer que se le recaliente el cerebro. Tristes tiempos en que el público, y hablo del público en general, sólo aguanta películas a ritmo de videoclip, que las historias que se toman su tiempo son despreciadas, y enseguida son calificadas de “aburridas”.
Sin duda, un signo de los tiempos que vivimos. Evidentemente, para cada cosa hay momentos y momentos, no siempre nos puede apetecer ver un film de Yasujiro Ozu, pero muchos sencillamente huyen de este cine. Esta inmediatez es la que prima en el cine de terror, por desgracia, donde todo se le tiene que dar masticado y casi digerido al espectador. Como dije antes, además el público del cine de terror funciona mucho por la mercadotecnia. Ver tiendas de comics y otras cosas del cine fantástico es un buen ejemplo.
Veremos al muñequito de Freddy Krueger, o ahora a Jigsaw, lo que en sí no tiene nada malo, pero el problema es cuando el aficionado al cine de terror funciona más por iconos que por buenas películas. Pondré un ejemplo; Saw (2004) fue una buena película y su éxito le permitió convertirse en una saga, la cual es muy seguida por los aficionados al cine de terror, lo que ocurre es que ni Saw 2 (2005) ni las posteriores son grandes películas, ni tan siquiera son notables películas, más bien son dignamente correctas e incluso, dentro de lo moderado, buenas. Que el público vea las Saw sólo porque tienen este nombre, porque son una franquicia, mientras ignora films mucho mejores, me parece preocupante. James Wan, director de Saw (2004), sin embargo no tiene tanto seguimiento como tienen las secuelas de su film. Aunque Saw (2004) no haya sido su único acierto y siga haciendo buenos films, a la gente lo que le interesa es la marca Saw.
No critico el éxito de la saga Saw, de lo que me alegro y que me parece muy simpaticota, critico las preferencias del aficionado al cine de terror. El aficionado a otros tipos de cine, el cinéfilo, se preocupa en investigar y encontrar más películas, en encontrar películas de Holanda, Suecia, Grecia… además de las de los países más obvios como Inglaterra o Alemania. Por el contrario, muchos aficionados al cine de terror se conforman con las películas más conocidas, incluso no dudan en restringirse abiertamente al cine de EEUU, de tal manera que se creen que incluso películas de otros países como las inglesas Alien (1979) y Hellraiser (1987) son de EEUU, y por supuesto el terror español es una mierda, cine de EEUU bueno, cine español malo, cine del resto del mundo… no sabe no contesta.
Sí que hay que reconocer que si bien ésta es la postura de muchos aficionados al cine de terror, sí que los hay más abiertos que gustan de las “rarezas”, de los que antes rebuscaban entre los VHS de los videoclubs. Por desgracia, quizá hoy día hay menos variedad en los videoclubs.
Figura de Jason Voorhees
Retomando lo de la mercadotecnia y el marchandising, creo que esto ha hecho mucho daño al cine de terror. ¿Qué Halloween (1978) se convierte en un inesperado éxito?, pues la explotamos y convertimos a su serial killer en un icono, aunque llegue a lo ridículo, porque Myers debería cobrar el paro entre película y película ¡anda que no trabaja! La obra original de Halloween (1978) queda, por tanto, desvirtuada. Un tío que va matando adolescentes. Algunos se conforman con eso. Eso sí, que sea Myers (recuerdo lo de la marca o la franquicia) que mola más, porque si se hace algo distinto como en Halloween III (1983) (la mejor secuela de la saga) el público le da la espalda. Aclaro: no estoy criticando el slasher, género que me encanta pero que también, aunque no me guste decirlo, ha contribuido a hacer decaer el cine de terror.
Algunos más que aficionados al cine de terror parecen aficionados al slasher, quieren un asesino icónico. O trasladándolo a otro subgénero, un tipo de monstruo, pero que haya algo fácilmente reconocible y que, por supuesto, pueda explotarse film a film. En realidad lo que antes eran los Drácula, hombres lobo, monstruo de Frankenstein, momias, etc., son ahora los Jason Voorhees, Michael Myers, Freddy Krueger o el más reciente Jigsaw. Esto hace que el cine de terror sea, posiblemente, el género del cine que más sagas y secuelas tiene, ¿por qué? Porque el nombre, la marca, la franquicia, es un reclamo para el aficionado. Algo casi impensable para otros sectores de público de otros tipos de cine, que ya tiene que ser un El padrino 2 (1974) para que lo vean con buenos ojos. Así estamos también con los remakes, por cierto.
Es tan vacío el concepto de cine que tienen algunos aficionados al cine de terror que les parecen bien los remakes “para que lo vean las nuevas generaciones”, porque total, si, para ellos, La matanza de Texas (1974) es un tío despedazando jóvenes con una sierra eléctrica, el remake será lo mismo pero “modernizado”. Por otra parte, cierto es que muchos aficionados al cine de terror detestan la moda actual de los remakes, pero está claro que si esta moda se da sobre todo con el terror es por el público, no por amor al arte. De hecho, los parámetros que tienen algunos aficionados al cine de terror para ponderar la calidad de un film son tan ‘serios’ como afirmar que una película es cutre por sus malos efectos especiales. Qué importa la dirección, o la fotografía. Lo que importa más es como luzca, que parezca moderna.
También lo limitan muchas veces a “que dé miedo”, y está claro que en el género de terror esto es importante como lo es que una comedia tenga buen humor o que una de acción sea dinámica, pero que para ellos el valor del cine de terror sea únicamente éste es ser muy reduccionista, más aún cuando es posible que una comedia divierta al espectador o que una película de acción entretenga al público pero causar miedo en la comodidad de una casa o del cine es enormemente más difícil. También los hay que si una película no tiene buenas cantidades de sangre, pasa a no interesarles. Tan absurdo es calificar una película de mala por no tener sangre si no la necesita como por tenerla. Por cierto que es absurdo el típico comentario del espectador ajeno al terror que dice que no le gusta el género porque “son todo películas sangrientas”, curiosa afirmación cuando el gore nace en los 60 y no se “institucionaliza” hasta los 80, así que desde luego en casi 100 años de cine de terror hay mucho más que “películas de sangre”. Por otra parte están los que aparte de terror y alguna cosa más como superproducciones de género fantástico como las Star Wars o Piratas del Caribe (2003) no ven más cine, y hasta desprecian el cine que tiene más aspiración que la de entretener, considerando con pretensiones intelectuales (como si, por otra parte, esto fuera algo negativo) lo que se escapa de su reducto cultural.
Vámonos ahora al otro extremo, el del espectador de terror más “exquisito”, aquel más cinéfilo al que una saga no le sirve como reclamo ni quiere necesariamente ver lo mismo de siempre pero que peca de cierto elitismo, y es que, por ejemplo, una comedia de terror puede ser un buen film, pero éstos son muy “selectivos” con el cine de terror y las rechazan.
Llegados a este punto alguno puede pensar que me estoy contradiciendo respecto a lo que he dicho antes, pero lo explicaré. Muchos de este tipo de aficionados al cine de terror se limitan al terror psicológico. De la misma manera que los hay que se limitan al gore, el slasher… entre los mencionados antes, entre los ahora comentados hay muchos que se limitan al terror psicológico, es decir, a películas como La mujer pantera (1942), Las diabólicas (1955), Psicosis (1960), The haunting (1963), El exorcista (1973), etc., que, ciertamente, son la creme de la creme del cine de terror, a diferencia del tipo de aficionado comentado antes que sobrevalora ciertos films, pasó en su tiempo con la buena pero no tanto Viernes 13 (1980) y pasa en los últimos tiempos con películas como Scream (1996), Jeepers Creepers (2001), Saw (2004), Hostel (2006), etc., no pretendo restarle valor a algunas de estas películas, pero lo que está claro es que no se sitúan en la cúspide del cine de terror. Volviendo con el aficionado “exquisito”, precisamente por la gran cantidad de morralla que hay en el cine de terror, muchas veces no se declaran aficionados a éste.
Suelen ser aficionados al thriller y que, por tanto, sus acercamientos al género de terror son en thrillers de terror, en películas de terror psicológico. El problema, creo yo, es que descalifiquen por sistema el terror más explícito, el más físico y violento, suelen ser los que dicen que en el terror se mete sangre y sexo o para atraer al público o por carencias artísticas, despreciando la gran aportación que el terror-gore ha realizado al género y de la que sobra dar ejemplos. Esto entre otros prejuicios con los que cuentan. De ahí que peyorativamente los haya calificado de “exquisitos”.
Creo por tanto que lo idóneo no es que sea un punto intermedio entre estos dos tipos de aficionados, lo idóneo sería una postura abierta, ni tan infantil como la del aficionado que sólo espera películas de terror con muertes ni tan limitada como la del que sólo le gusta el terror psicológico despreciando el resto de estupendas películas de terror. Sin embargo, suelo ver sobre todo estas dos posturas, por eso me ha dado por escribir todo esto que, vuelvo a reiterar, no pretende ofender a nadie, lamento si lo he hecho pero me gusta decir lo que pienso sin paliativos. La verdad es que, por todo esto, incluso compartiendo una pasión como es el cine de terror con otros aficionados no conecto tanto con muchos.
Pero, en definitiva, creo que una maduración del público del cine de terror sería muy positiva para el panorama del género, que fueran más importantes los autores que las marcas comerciales, que no se limite todo a películas sin personalidad que buscan la mera explotación de una moda. Demostrar que el cine de terror está a la altura del buen cine.
- Paco Antequera
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